Ni colas en el Bataplán, ni peleas para pillar copas en el barco.
Va a ser un Sanse raro. Más pintxos para los que vamos, pero menos colegas con los que compartir una copa y una charla.
Creo que San Sebastián todavía no entiende el negocio de los festivales. Año tras año se salva de desaparecer sólo porque la ciudad es preciosa, se come de pelotas y nos lo pasamos de puta madre.
Pero como festival es un desastre. 3 días y una única charla decente, la de Fernando Vega Olmos. Nada más. Y eso, para lo que cuesta la bendita pulsera, es un robo a mano armada.
Sin hablar de la mala planificación en general, que por ejemplo, hizo que mucha gente el año pasado se quedara fuera de la ceremonia porque el kursaal ya estaba lleno. ¡Aún habiendo pagado!
En fin, es un tema para charlarlo con un zurito en la mano.
¡Agur!
